30 diciembre 2008

Fin de Algo

Yo no sé, pero cada vez que entro aquí tengo la sensación de que la puerta chirría y todo está oscuro, silencioso y polvoriento. Casi nadie viene a ver, hace meses que esto va para abajo. El cierre se aproximaba y ha llegado, no porque vaya a quedarme sin blog, sino porque abriré otro un día de estos. Soy de ese tipo de gente que no aguanta mucho tiempo con las cosas una vez que las considera viejas. (Siempre les digo a mis alumnos que para todo hay dos tipos de personas: los que sí y los que no). A mí me gustan las cosas nuevas, el olor a nuevo de los libros, de los coches, de la ropa.

Hay que renovarse. No puedo estar mucho tiempo con un blog cuyo nombre, color o atmósfera general no me representa. Hace un tiempo que tengo esa sensación con este lugar. Yo he cambiado, o siento que he cambiado, y sin embargo aquí todo continúa igual. Necesito cajones nuevos, otro color, otra fuente, otro nombre y probablemente otro alojamiento que no sea blogger.

Llevo bastante tiempo dándole vueltas a la idea. No lo he hecho aún porque no tengo nombre para mi nuevo sitio, pero llegará cuando tenga que llegar. De todos modos, aprovechando las vacaciones y la entrada de un nuevo año impar doy por concluida una etapa.

Este blog me ha traído muchas cosas muy buenas. Me ayudó en un par de reencuentros, vino conmigo en un par de aventuras inolvidables, siempre será especial para mí. Pero ha llegado hasta aquí y aquí se va a quedar, alimentando para siempre la nostalgia.

Feliz Algo Nuevo. Ya os diré dónde encontrarme.

Y cómo no dejar una canción aquí. La mejor (hasta ahora) de las que se conocen del próximo disco de Bruce Springsteen. No puedo parar de escucharla. La adoro.



(Y un intento de traducción de la letra...

Nos conocimos en el valle, donde el vino del amor y la destrucción fluye
Allí en aquella curva de oscuridad donde las flores de la tentación crecen
Dejé el resto para los otros, eras tú y nada más
Me sentabas tan bien, nena, tan bien como la vida misma.

Eras la vida misma, precipitándose sobre mí
La vida misma, el viento en los olmos negros
La vida misma, en tu corazón y en tus ojos,
No puedo hacerlo sin ti.

Supe que tenías problemas, cualquiera podría decirlo
Llevabas tu pequeño libro negro del que caían todos tus secretos
Desperdiciaste todas tus riquezas, tu belleza y tu abundancia
Como si no tuvieran más uso para la vida misma.

Eras la vida misma...

¿Por qué son las cosas que más valoramos las que se desvanecen en el tiempo?
Hasta para la música crecemos sordos, y para la belleza de dios ciegos
¿Por qué las cosas que nos conectan son las que lentamente nos separan?
Hasta que desaparecemos en nuestra propia oscuridad
Extraños para nuestros propios corazones

Y para la misma vida, corriendo hacia mí..

Así que aquí hay uno para la carretera,
Aquí hay uno brindando a tu salud
Y para la vida misma, corriendo hacia mí
...
La vida misma
La vida misma
...
)

20 diciembre 2008

Caminar como un hombre

Hoy he acabado de ver la tercera temporada de Dexter. No hay ningún espoiler en lo que viene a continuación (si has visto al menos la segunda, advierto).

Esta tercera temporada mejora (y entonces resulta que era posible) con respecto a las dos anteriores. El personaje va adquiriendo profundidad y entidad. Se tridimensionaliza, escapa de la pantalla y se sienta a tu lado en el sofá jugando con el mismo gancho desde el primer episodio de la primera temporada: su parecido contigo. El famoso y manido proceso de la identificación.

La pregunta es ¿qué puedo tener yo en común con un asesino en serie psicópata? Y bueno, la respuesta es, siempre, el hecho de ser una persona.

El atractivo de Dexter Morgan es que atraviesa todas las fases del crecimiento humano pero (el 'pero' es la gracia) despojado de los sentimientos, a veces tan molestos y engorrosos. Por lo tanto, puede ofrecer un análisis desprovisto de los condicionantes sociales, de los supuestos obligatorios, de las normalmente inevitables emociones. Así, se echa una novia, la deja embarazada y se compra un monovolumen sin apenas crisis: es lo que hay que hacer. Le ves crecer, madurar, tomar sus propias decisiones, reflexionar en las encrucijadas, darle vueltas a las cosas, discutir consigo mismo, equivocarse y seguir avanzando. Y todo eso sin sufrir ni disfrutar, casi asistiendo como espectador a su propia vida y analizándolo todo sin apenas implicarse. Y digo apenas porque, a pesar de todo, sabe que se trata de su vida. Intenta construir una vida. Y eso es lo conmovedor (lo humano) de Dexter Morgan.

Pero no es esto, o no solo, lo que me hace escribir sobre él hoy: existe otra faceta de todo ser humano que en esta serie (en especial en su tercera temporada) se analiza particularmente bien: la relación padre - hijo. La noción de familia.

Dexter, el personaje, es quien es por el trabajo que su padre intentó hacer con él. Y a lo largo de estas tres temporadas vemos esa profunda relación que les une. Yo no puedo evitar ver algo muy real en esa relación, algo muy humano y muy verdadero, mío y seguramente de cualquiera. Vemos a Dexter a través de los ojos del padre. Y vemos al padre a través de los ojos de Dexter también. Las diferencias, el vínculo, la lealtad inquebrantable, los conflictos, la dureza del aprendizaje, las frustraciones, el amor. Ahora, viendo una de las secuencias de este último episodio, he recordado una frase de Oscar Wilde que memoricé de niña: "De pequeños, los niños admiran a sus padres. Cuando crecen, los juzgan. A veces los perdonan".

En algún episodio se produce un diálogo en la que se reflexiona sobre la importancia de la familia, el peso de la amistad, sobre lo fundamental que resulta caminar por la vida sabiendo que alguien te respalda. También sobre todas las cosas que nuestros padres, que quieren lo mejor para nosotros e intentan protegernos, no nos pueden, sin embargo, enseñar, porque son lecciones que debemos aprender solos. Ese diálogo es una especie de compendio del mensaje genérico que sobre este tema ofrece en conjunto toda la temporada, los 12 episodios puestos unos detrás de otros.

Por si a alguien lo dicho le parece poco, diré que además de eso, claro, están la sangre, las investigaciones, la hermana, la amistad desde varios puntos de vista, la lealtad, la traición y otras cosas interesantes.

Y para el final del todo, dejo esta canción de Bruce Springsteen que a mí me recuerda mucho a todo esto que acabo de decir y que últimamente me arranca las lágrimas siempre en la misma frase:



CAMINAR COMO UN HOMBRE

Recuerdo lo áspera que sentí tu mano sobre la mía
El día de mi boda
Y las lágrimas lloradas sobre mi hombro
Que no podía apartar
Bueno, tantas cosas me han pasado
Que no entiendo
Solo puedo pensar en cuando tenía cinco años
caminando detrás de ti por la playa
Pisando tus huellas en la arena
Intentando caminar como un hombre

Junto a Nuestra Señora de las Rosas
Vivíamos a la sombra de los olmos
Recuerdo a mi madre arrastrándonos a mi y a mi hermana
calle arriba a la iglesia
cada vez que oía aquellas campanas de boda
¿Volverán alguna vez a parecer tan felices
el guapo novio y su novia
como cuando entran en esa gran limusina negra
camino de su misterioso viaje?

Bueno, esta noche tú te apartas de mí
Y yo estoy solo en el altar
Y mientras miro a mi novia
acercarse por el pasillo rezo
para tener la fuerza de caminar como un hombre

Ahora los años han pasado y he crecido
De aquella semilla que sembraste
Pero nunca creí que habría tantos pasos
Que tenía que aprender por mi cuenta
Bueno, yo era joven y no supe qué hacer
Cuando vi cómo te robaban tus mejores pasos
Ahora haré lo que pueda
Caminaré como un hombre
Y seguiré caminando

Viendo cosas como esta, escuchando canciones como esta y reflexionando sobre esos profundos temas termino por pensar que a lo mejor tener hijos no es tan mala idea. Y entonces, aunque ya tengo bastante, desearía tener algo más de Dexter. Para poder vivir sin miedo a hacerme mayor. Para aceptar las cosas sin cuestionármelo todo.

14 noviembre 2008

25 ways to quit smoking, Bill Plympton (1989)



!Vamos a por la tercera semana!

02 noviembre 2008

Opiniones

Digo por ahí en los comentarios de un blog que a mí no me importa la ideología de los creadores, ni su carácter. Que lo que me importa de ellos es su obra. Y no sé si es del todo cierto. Tengo ejemplos que lo niegan: Bruce Springsteen me cae bien. Me gusta su música pero además lo admiro porque tiene unas ideas y es fiel a ellas, no tiene reparos en defenderlas públicamente, es un tipo familiar con unos valores sencillos y tiene la bendita paciencia de tratar a sus fans con amabilidad por muy maleducados que estos sean (cosas así).

Otro ejemplo: hace un año y pico me puse a leer una especie de biografía del Hollywood de los años 70 y no fui capaz de acabar porque supe que terminaría detestando a todos los directores, productores y actores que admiro precisamente por sus en ocasiones indefendibles comportamientos en aquellos tiempos.

Así pues, me pregunto hasta qué punto es cierto eso de que no me importa. Supongo que puedo afirmar que no me importa, aunque sí me afecta. Prefiero no saber cómo son en sus vidas privadas si eso va a hacer que no pueda disfrutar sus obras en la misma medida que antes de saberlo.

Hay cosas que me dan más igual que otras. Me da igual que Van Morrison sea maleducado con su público, Dylan prepotente. Me da menos igual que Dennis Hopper le pegara a su mujer. En cualquier caso, no son más que rumores. Creemos saber lo que vemos, lo que nos cuentan o lo que leemos, pero en realidad no sabemos nada, nada de lo que mueve a las personas a comportarse de determinadas maneras. Ahora, juzgamos en seguida, eso sí. Sacamos conclusiones, sentenciamos y condenamos sin despeinarnos ni un poquito. Lo que nunca nos paramos a pensar es qué conclusión podrían sacar los demás de nuestro propio comportamiento. Y si lo pensamos seguro que nos equivocamos de medio a medio. O lo más gracioso de todo: decimos (también sin que se nos mueva ni un pelo) que no nos importa. Una de las mayores mentiras que se pueden decir sin parpadear. Creemos que es cierto. Las cosas de la fe.

El caso es que llego a la conclusión de que sí: soy sincera cuando digo "no me importa la vida de los creadores". No me importa porque no me incumbe. Siempre está bien saber que un artista cuya obra te satisface tiene además grandes virtudes como ser humano (o lo que tú consideras grandes virtudes). Pero es innecesario conocer ese tipo de datos para disfrutar de la obra. De hecho, me atrevo a decir que es contraproducente.

Y en cualquier caso lo siento, pero me parece penoso oírle decir a gente que se supone inteligente cosas como "no escucho a X porque me cae mal". Eso no son argumentos. Y para mí nunca lo serán.

25 octubre 2008

Tarde de viernes

Me encierro en el salón, la puerta cerrada para que no escape el calor, como atrincherada en el pequeño rincón del mundo, etcétera. El año pasado estaba todavía harta de pasar frío en casa. Este año estoy harta de gastarme una pasta en una calefacción que después no puedo disfrutar. No sale a cuenta.

Me he traído el ordenador aquí, al sofá, con lo cual no tengo ni la obligación, como antes, de levantarme y atravesar el pasillo para mirar el correo. En estos… ¿cuántos? ¿quince metros cuadrados? me puedo pasar, me paso, varias horas, hasta días enteros si nadie lo remedia, si no lo remedio yo. Pongo la tele y veo el tenis, episodios sueltos de alguna serie mala, anuncios, y después abro el correo otra vez, me doy una vuelta y leo en la wikipedia qué pasó en 1989, hace diecinueve años. Me acuerdo de muchas de esas cosas, vi muchas de aquellas películas y las finales femenina y masculina de Roland Garros.

La mesa baja es demasiado pequeña para contener los restos de la actividad indolente de toda una tarde tapada con la manta, el vaso de agua, el cenicero, el cola cao, los mandos a distancia, las últimas pelis compradas y todavía envueltas en celofán (Rocky, El silencio de los corderos, Tiburón).

Este día no pasará a la historia. Tres comentarios en tres blogs. Un teléfono que no llegó a sonar a tiempo de evitar la tristeza o el enfado. Un texto sobre tenis que nunca verá la luz.

Estos días les cuento a mis alumnos lo importante que es tener una idea, lo inútil que es ponerse a escribir sin tenerla. Después les pongo ahí, con el papel y el boli, a buscarla. Deambulan por sus hojas en blanco, sus cerebros también en blanco, y con dos cojones son capaces de contar algo que yo aquí, con mi papel en blanco, mi mente en blanco, mi vida tal vez en blanco, no soy capaz de contar. Mierdas de historias mucho mejores que la que yo jamás escribí.

Supongo que en eso consiste ser un buen profesor. En conseguir que tus alumnos hagan lo que tú no pudiste hacer. Que sean lo que tú no pudiste ser. Lo que quieran. O tal vez solo conseguir que lo sepan.

Ahí enfrente, en la pared, Travis Bickle avanza hacia mí, las manos en los bolsillos, congelado en un paso. Mira al suelo. Su soledad y su vacío me inspiran. Yo también puedo ser lo que quiera. El día que lo sepa.

19 octubre 2008

Estoy cabreada

Mi casa parece tener un proceso autónomo de desorden progresivo. No sé qué coño hago, pero me doy el tute de poner fuera de la vista cualquier objeto que moleste, estorbe o desentone, y en un plazo máximo de dos semanas el caos se ha vuelto a hacer fuerte. No entiendo mi propia tendencia (debe de ser mía, puesto que no convivo) a dejar abiertas las puertas de los armarios, los pantalones tirados en la cama de la habitación que no uso, las gotas negras de jamás sabré qué sustancias en el suelo de la cocina. Necesito una esposa. Ah, no, que no están para eso. Carajo. Apenas veo la calle a través de las ventanas.

No entiendo por qué hay blogs que tienen la letra tan poco contrastada con el color de fondo y el tamaño minúsculamente diminuto. Yo no veo bien, uso gafas, vale, pero tampoco estoy cegata y con las gafas creo que mi visión es normal (no estoy segura, no sé exactamente qué es ver "normal", sé que me dejan conducir, por ejemplo). Pero entro en algunos sitios que me obligan a acercarme a treinta centímetros de la pantalla si quiero leer algo, cosa que, dicho sea de paso, no siempre merece la pena. (Si a alguien le parece que la letra de este blog es pequeña o no se ve bien es el momento de decirlo.)

Tampoco entiendo esa moda nueva del facebook. Es que me parece fatal. Te llegan invitaciones de las personas y lugares más peregrinos (la prima que no usa nunca internet, el colega que conociste hace 7 años en un foro literario y con el que llevas 3 sin hablar ni por el messenger). Invitaciones a "ver" sus fotos, no sin antes pasar por el laborioso, engorroso y sobre todo indeseado proceso de darte tú de alta y crear tu propio facebook. A ver. Yo no quiero tener uno de esos. No quiero porque para comunicarme con la pequeña parte del mundo que quiere saber algo de mí ya tengo mi blog y mi cuenta de flickr para mis fotos, no quiero porque no tengo el menor interés en conocer el grupo social de cada una de las personas que componen mi grupo social (si es que a mis cuatro queridos gatos se les puede llamar grupo social). No quiero porque me parece una mierda que te obliguen a dar tus datos para ver páginas que deberían ser de libre acceso, y porque (según he oído), este tipo de grupos (evolución de la evolución de foros, blogs y myspaces), son el mayor atentado a la intimidad que se ha llevado a cabo en internet desde el principio de los tiempos. Entre otras cosas. Qué coñazo dan.

He estado buscando durante toda la mañaña algún sitio donde me vendan un dvd original (me daba igual hasta que fuera de segunda mano) de una película que al parecer está descatalogada. Después de dar vueltas por google (y creo que cada vez soy más torpe haciendo búsquedas, pero supongo que esa es otra guerra), termino buscando el torrent. Dice el programa de p2p que la tendré en una hora. Joder, yo quiero ser legal y no me dejan. Si aunque solo sea por el tiempo que tardaría en llegarme no me compensa. Ahora otra cosa será que los subtítulos estén sincronizados. Si no lo están, cosa de lo más probable teniendo en cuenta que película y subs son cada uno de su padre y de su madre, tendré otro motivo para rebotarme con el mundo.

¿Será por ser domingo? ¿Tal vez necesito salir a que me dé un poco el sol aprovechando que hoy, día 19 de octubre, debe haber algo así como 27 grados en la calle?

Es que no tengo ganas. Coño.

14 octubre 2008

Billy Wilder (una cita)

Soy muy amiga de cierto tipo de citas. En eso mis gustos son como en cine, música o literatura, al final le pido muy pocas cosas a la vida: que no me amarguen la existencia, que no me hagan perder el tiempo, que me den un buen resumen de ciertas cosas que he vivido o que puedo vivir algún día o que no he vivido pero podría haber vivido o que nunca podré vivir, para entender lo que vivo y de paso hacerme una idea de todas las otras vidas posibles.

Me gustan las citas que me hacen pensar, las que me hacen reír con un fondo de amargura, las que demuestran que su dueño (o su autor, porque luego ya cualquiera se convierte en su dueño, cualquiera que las lee y las hace suyas en cualquier sentido) tenía una visión del mundo particularmente afinada. O afilada.

Bueno, así era Billy Wilder, por si a estas alturas alguien no lo sabía. Hoy, leyendo un extenso artículo sobre su vida, no he podido menos que apuntar lo que dijo cuando alguien le hizo la observación de que era el único habitante de Hollywood cuya familia había muerto en Auschwitz:

Están los optimistas y los pesimistas. Los primeros acabaron gaseados. Los otros tienen piscinas en Berverly Hills.

Ese sabor amargo pero siempre irónico es lo que me gusta de Wilder. La forma en que consideraba al ser humano una amalgama de rasgos ni limpios ni morales ni desinteresados. Me gusta cómo es capaz de darle siempre la vuelta a todo y mostrar la ambigüedad del otro lado, y sobre todo el modo en que consiguió aprovechar lo duro, lo enfermo, para hacernos reír pero sin dejar que nos olvidáramos de pensar.

Una vez asentado en Hollywood, volvió a Viena para ver a su familia, sobre 1938. Y volvió preocupado porque vio que allí nadie se daba cuenta del peligro potencial que suponía para los judíos el ascenso político del partido nazi alemán. Esa frase de ahí arriba es su forma de resumirlo. Y me parece un prodigio de síntesis, de ironía, de amargura y de penetración social.

Ahí os queda, para que penséis un rato.

06 octubre 2008

Otro otoño

El tiempo pasa, las estaciones se suceden, cada vez de forma más caótica y desordenada: llueve cuando debería hacer sol, hace sol cuando debería hacer viento, nacen las flores cuando deberían caer las hojas. Todo aquello que parecía inalterable es de hecho lo único que cambia, mientras que lo variable permanece intacto e indiferente. No parece una actitud muy inteligente esperar que los elementos se comporten como siempre lo han hecho. Llevo un tiempo aprendiendo solamente que lo inesperado es lo único posible. Pero no lo aprendo. Es una lección difícil.

Con el curso empieza un año más de incertidumbres. Volveré a llenar mi tiempo de planes y listas de tareas por hacer, volveré a perderlo en actividades inútiles y a solucionar los asuntos en el último minuto, volveré a decir que la próxima vez lo haré de otra manera.

Tengo una relación rara con las teclas últimamente. No escriben las palabras que quiero decir. También es cierto que quiero decir muy pocas.

29 septiembre 2008

Bueno...



Solo es la muerte.

25 septiembre 2008

Centauros del desierto (The searchers, John Ford, 1956)

(Y con el otoño habrá que ir pensando en volver…)

Me da bastante rabia buscar información y opiniones sobre una película y encontrarme con términos como "magistral interpretación", "obra maestra", "papel magnífico", "soberbia fotografía".

No digo que yo no los haya usado o los vaya a usar alguna vez, es cierto que a veces el entusiasmo añadido a la falta de imaginación o de creatividad nos juegan malas pasadas. O que al final tampoco es que andemos sobrados de expresiones para describir ciertas cosas. Pero jode verlo. Intentaré minimizar los daños de ahora en adelante, espero haber aprendido la lección.

En fin. El caso es que me he puesto a hacer los deberes atrasados (los divertidos, por ahora, no nos pasemos) y he visto una de John Ford por fin. Que ya era hora. Y ha sido Centauros del desierto.

Una de las críticas que he sobreleído (de Film Affinity, no pongo el enlace concreto por no buscarlo y porque es la primera que sale, quien sienta curiosidad que lo busque en google) me ha gustado porque dice sin pelos en la tecla que tanto ponerla por las nubes sin el mínimo rastro de intención crítica, de forma casi automática, es una vergüenza. Hombre, meterse con que en la ficción el Monument Valley lo colocan en Texas me parece una tontería (para el caso podríamos protestar porque los indios que vivían allí entonces eran navajos y no comanches). Para eso está el cine. Pero tiene razón en lo del desarrollo psicológico del personaje de Debbie (Natalie Wood, la niña raptada por los comanches). No es que tenga razón exactamente, porque dice "menos definida que un cuadro de Miró", como si ahora la abstracción tuviera que ser "definida", pero sí tiene razón (o yo se la doy, por mi parte) en la idea que pretende transmitir con tan desafortunada comparación. El caso es que como ejemplo vale. El personaje es una pura anécdota. Un macguffin. Pero al final hay que rescatarla, que si no, nos perdemos la clave de la redención de Ethan, el protagonista. Lo que viene a decir es que fallos, tiene, y que una obra maestra tiene que ser perfecta y redonda en todo. Pues bueno.

Esto me ha hecho pensar en qué se considera obra maestra, por qué y por parte de quién. Bueno, es un tema que me planteo muy a menudo.

¿Es una obra maestra una creación que te toca "algo" en algún momento? ¿A ti y a cuántos como tú? ¿Necesitas una enumeración exhaustiva de dieces en guión, preproducción, realización, interpretación, fotografía, montaje y hasta distribución, mercado en dvd o calidad de los subtítulos de Asia Team? ¿Necesitas el respaldo de treinta nominaciones a treinta diversificados premios internacionales, y a ser posible algún muñequito dorado anexo?

No sé. Había leído por ahí que la última de Batman era la rehostia (sí, lo de obra maestra también) y menudo truño que tuve que aguantar a costa de la tontería. Cago en todo, valiente tostón.

En fin. Empecemos otra vez, que me voy por los cerros de Úbeda (y total, para lo que me sirve).

Lo que me ha gustado de la película:

Los exteriores impresionantes, ahora tantas veces vistos pero siempre sorprendentes, filmados con buen ojo y fina sensibilidad (y esto intentando no caer en ningún tópico, eh, me estoy luciendo). Y además fue prime. Si hasta tuvieron que llevar el agua e instalar postes eléctricos. Lo he visto en los extras.

(Los recuerdos de mi infancia. Sí que había visto pelis de Ford. Pero tenía diez años y no sabía quién era Ford.)

La amargura, la soledad, la violencia y la obstinación cerril del personaje de Ethan Edwards (John Wayne). Casi el hecho de que no tengan explicación es lo mejor de todo, si lo piensas bien.

La forma tan sutil en que nos muestran al perdedor: de la guerra, de la chica (Martha, su cuñada, y él están enamorados pero por algún motivo él se fue y ella se casó con su hermano), de la familia.

La sensación que se me quedó por dentro de comprender al nómada, que vaga sin descanso y sin posibilidad de regreso (no hay donde regresar), como el alma del guerrero indio muerto al que arranca los ojos de dos disparos cerrándole así las puertas del paraíso.

Los paralelismos: entre el protagonista y los indios a los que odia (sin que se sepa muy bien por qué, ya que tan bien los conoce); entre las situaciones que vive Ethan y las que vive Marty, su compañero y casi alter ego (que también deja a su novia sola en casa, y también está a punto de perderla en brazos de un hombre más 'arraigado', aunque más soso); la novia india de este mismo Marty, que adquiere a cambio de unos sombreros sin saberlo; el ansia de venganza por la pérdida de los seres queridos, especular en el indio y en el vaquero (así se dividían cuando yo era niña: indios y vaqueros. ¿No?)

Los momentos cómicos e irónicos, como la rivalidad entre Ethan y el reverendo/capitán de los rangers o gran parte de la secuencia de la novia india de Marty.

Lo que no me ha gustado:

Que sus 115 minutos de duración se me han hecho largos, lo que atribuyo a un montaje un poco farragoso, hecho paradójicamente unido a un guión que por momentos se queda como incompleto.

La poca definición de algunos de los personajes, incluso del protagonista, difuso, en especial en el cambio de orientación de su sentido de la humanidad, conmovedor pero poco comprensible. Y muy especialmente el flojo personaje de Natalie Wood ya mencionado.

La música, demasiado estridente y empeñada en subrayar, aunque le reconozco su uso casi narrativo (o sin casi, lo que la hace un poco… ¿formalista? ¿John Ford? Esto sí es un sacrilegio, eh…)

Total. Que no sé con qué quedarme. Tal vez esperaba mucho más de la tan perorada epopeya. Pero para mí que va a ser una de esas pelis que se te quedan dentro dando vueltas y vueltas y vueltas…

10 septiembre 2008

Silencio

Uno de los elementos que le dan más peso a mi bolso es un bloc en el que suelo apuntar cosas. Esas frases que apunto a veces me sirven para después trasladarlas aquí y otras veces se quedan solo como recuerdo, anotaciones sueltas sin importancia.

En todo este verano no he apuntado en el bloc ni una sola palabra. No tengo nada que contar.

De todos modos, el bloc no lo suelto. Por si acaso. No vayamos a perder la esperanza.

21 agosto 2008

Vivo

Y... ¿cuánto tiempo hace que no escribo aquí? ¿Una eternidad aproximadamente? Es que he estado muy liada, he tenido oposiciones (ah, que no lo había comentado), y además, claro, estoy de vacaciones, tengo la suerte de tener un sitio para irme a medio descansar donde no hay internet ni nada, y no tengo ni la decencia de avisar, más que nada por si me da un día, como hoy sin ir más lejos, por volver en el medio de las mismas y soltar una parrafada sin puntos seguidos ni puta que los parió, aunque ahora, para joder, meteré un punto y aparte y ya vuelvo a la normalidad en el siguiente párrafo.

En fin. Que este verano tan raro sigue avanzando y van pasando fechas. Primero eran las opos (mal, pero ahí estamos, por lo menos conocí Ciudad Real y tuve un finde de regalo en Madrid que me sentó de maravilla), después las fechas clave eran los conciertos de Bruce de Madrid y Barcelona, que eran como los hitos del verano, o algo muy parecido (me lo pasé muy bien y me acuerdo de ellos con nostalgia y emoción y se quedarán, como los de noviembre, en la carpeta de "Cosas que nunca jamás debería olvidar"), después el pueblo y la familia, días de no hacer gran cosa y dedicarme, como en la infancia, a dejar pasar el tiempo, a dormir más horas que un lemur y a charlar de intrascendencias con la gente de toda la vida. Después las fiestas del pueblo, con el inevitable cordero al horno, los postres dobles y triples y las panzadas a fregar cacharros, y las visitas de familiares lejanos de los que no conoces el nombre, las alegres presencias de las personas queridas, de personas cada vez más queridas. Ahora viene una semana de vacaciones por ahí, cosa que hace años no disfruto y supongo que será por eso que tengo tantas ganas, y mi cumpleaños, que me pillará no sé ni dónde ni haciendo qué y eso es lo mejor de todo. No sé qué será de mí en septiembre, ni mucho menos en octubre, pero ahora mismo no tengo ganas de pensar en eso. Solo tengo ganas de seguir pasando los días así, con cosas pequeñas para llenarlos, y después... después ya veremos.

A los pocos que se arrimen aquí a leer les deseo un buen resto de Agosto. Nos vemos a la vuelta, supongo.

14 julio 2008

Saving private Ryan, Steven Spielberg, 1998

Omaha Beach.

Ponemos la cámara en Normandía. La hacemos agitarse en la lancha de desembarco, junto al sargento que masca tabaco, el capitán con temblor de parkinson y el soldado que besa su cruz porque se sabe un instrumento de dios. La hacemos mirar estoica o asombrada, sin apartar la vista, cómo mueren los primeros. Como blancos de entrenamiento, como fardos, caen agujereados.

(Y es que, algo que no vemos ni llegamos a saber, la única opción de los chicos del SS Standartenführer Kurt Panzer Meyer, niños apenas en un país en el que quedan cada vez menos hombres disponibles, es disparar hasta morir ¿qué otra cosa, si no? Es la guerra. Es lo que saben hacer. Es lo que tienen que hacer.)

Y mueren. Caen como moscas. Tiramos la cámara por la borda como un soldado más, y sin respiración vemos cómo nuestros compañeros se desprenden de sus fusiles para no caer al fondo y morir ahogados. Vemos las balas atravesando el agua y clavándose en los cuerpos. Sangre en el agua. Hombres muertos. Inútiles mochilas abandonadas en el lecho del mar.

Sacamos a flote al espectador mojado, lleno de frío y de miedo. Respira una bocanada de aire que parece devolverle la vida. A medida que avanzamos hacia la arena de la playa las balas vuelan, rebotan contra los metales, silban amenazando de muerte; por todas partes gritos de desesperación, de terror.

¿A qué huele? El olor del mar, el olor de la arena mojada, el aire pesado y húmedo del océano en un día de nubes grises, bajas, plúmbeas, se mezcla con el olor metálico de la sangre que mana y se diluye en el agua, que se filtra en la arena y que mancha los uniformes mojados de los soldados que lloran y llaman a sus madres, aterrados. Huele también a metal fundido, a humo, probablemente a mierda, a entrañas vaciadas.

Todo es caos y nadie sabe qué está sucediendo. Solo que los proyectiles llueven por todas partes y hay que correr, correr. Que en algún momento alguien cae junto a ti y llora y vocifera de dolor, y lo coges por el cuello de la chaqueta y lo arrastras hasta que te das cuenta de que ya no llora más porque estás arrastrando medio cuerpo irrealmente ligero. Que ves cómo las balas atraviesan los cráneos de los soldados y no puedes sino correr hacia cualquier parapeto.

Nadie parece saber por qué está ahí, ni para qué, ni qué hacer, ni dónde ir. Un hombre que es un capitán se convierte en un símbolo. Esos detalles que en los desfiles militares no tienen apenas sentido porque en tiempo de paz es difícil comprender lo que ocurre en otros tiempos, adquieren de pronto importancia. Los galones aportan una referencia, un vínculo con la razón, con lo comprensible. Cuando el mundo se hace tan plano que lo único importante es el siguiente paso y alguien que te diga qué debes hacer. Aunque tampoco lo sepa. Solo seguir ciegamente adelante.

Cuando los hombres son solamente un conjunto de músculos agarrotados por el frío y el miedo y lo único que demuestra que son hombres es que se sabe a ciencia cierta que los animales nunca harían una guerra; cuando el mayor ejemplo de organización humana pone al hombre al nivel de disciplina y obediencia de la hormiga; cuando una secuencia te hace comer arena ensangrentada y ofrecer tu chicle al capitán para pegar un espejo a la punta de la bayoneta…

(Objetivo: acabar con los chicos de Panzermeyer, tomar la playa, matar, morir, salvar Europa, ser el Bien del Mundo, la Mano de Dios.)

Entonces el cine sí, efectivamente, sirve para algo.

Esto es solo la primera secuencia de la película, tal como la vi hace unos años. Sirve para meternos en la acción, para contextualizar y presentarnos a los personajes que nos acompañarán las próximas dos horas.

Y también sirve crear un contraste entre la mortalidad anónima, la locura aparentemente caótica de la guerra y el rescate de un hombre que por una carambola desgraciada del azar toma relevancia entre cientos, miles como él, y adquiere nombre y apellidos.

Hace unos años leí Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer, y recuerdo haber pensado entonces en lo lejos que están en una guerra las intenciones, las ideas y las percepciones de los oficiales con respecto a las de los soldados que llevan a cabo sus indicaciones. Aquí pasa un poco lo mismo. No es igual estar en un despacho a miles de kilómetros de las balas y la muerte que estar ahí debajo. No se ven las cosas igual.

Pero el grupo de soldados que emprende la búsqueda de James Ryan (Matt Damon) emprende además un camino de comprensión y profundización en el símbolo. Y de eso creo yo que trata esta película. De símbolos.

No quiero poetizar sobre la guerra porque la guerra es una mierda. Pero esta película es un símbolo. Y es un símbolo de muchas otras cosas además de la guerra.

28 junio 2008

¿Último esfuerzo?

Que sí, que ya sé que debería estar estudiando o haciendo cualquier otra cosa útil y necesaria de todas las que tengo por hacer (deshacer las maletas de la última mini – mudanza, preparar el viaje de mañana, hacer la cama, quitar el polvo, doblar la ropa, planchar la falda y no sigo, total, para qué agobiarse).

Entro y miro una vez más el listado absurdo de "material para la prueba práctica" y me pregunto una vez más para qué cojones voy a usar yo una calculadora (exenta, eso sí, tuve que comprarla y la verdad es que aluciné de encontrarla con tan poco trabajo, ¿quién coño usa hoy en día calculadoras? ¿por qué siguen a la venta?)

Meto mi dni en el apartado denominado "Seguimiento personalizado de las oposiciones" y no hay nada nuevo, claro. Ya lo sabía. Mi tiempo estos días es sistemáticamente malgastado en acciones relativamente inútiles.

Fumo. Fumo más. Uno más y me marcho. Hace calor. Por fin. No olvidarme el bikini y la toalla (no vaya a ser que hagan falta, cosas más raras se han visto). Miro al lunes y al jueves y no sé muy bien qué esperar. ¿Nada, tal vez? Es imposible no esperar nada. La naturaleza humana, le dicen.

Escribo estas cuatro frases para que mi anhelante público no piense que me he muerto. Bueno, escribo estas cuatro frases para no enfrentarme a las páginas del libro de producción que hablan de "presupuestos". No tengo ni puta idea de presupuestos. ¿Para qué otra cosa puede servir una calculadora?

No sé si pensar en el tema o no pensar. Como si tuviera alguna capacidad de decisión sobre el asunto. Como si la hubiera tenido alguna vez.

Apartar los pensamientos negativos como si fueran moscas gordas, de las que se dejan golpear en el aire. Luego, en sueños, es otra cosa. Ahí mandan las moscas gordas, me parece. Cuando me despierto no me acuerdo, pero está la sensación de inquietud que permanece.

Miro a mi futuro y no sé qué veo, no sé qué esperar, no puedo hacer planes. Pero los planes se dibujan en mi cabeza sin que pueda apartarlos a manotazos. Plan A. Plan B. Plan C. Y así.

Saco la calculadora de su caja y de su bolsita protectora. Compruebo que funciona el botón del porcentaje. Pienso que tal vez se le acabe la pila antes de tiempo. Como si fuera a darle mucho uso, me río de mí misma. ¿Le pondré un marco y la colgaré en el cuarto de baño al acabar?

Después vendrá el examen de moto (el segundo, carajo, qué torpeza la mía). Y después las vacaciones. Que pintan preciosas, soleadas, felices. Merece la pena pasar este desierto con ese oasis en el horizonte.

Venga, vamos a pasar el rubicón de esta semana. No queda nada.

Hop!

05 junio 2008

Costumbres

Las personas tenemos costumbres. Nos gusta desayunar todos los días más o menos lo mismo, tenemos un orden en que nos gusta hacer las cosas, de ciertas personas esperamos ciertos comportamientos y adaptamos los nuestros a eso. No estoy hablando de expectativas, sino de cosas que son como siempre han sido y que están bien así.

Los cambios son variaciones en estas costumbres. Algunos los llevan mejor y otros peor. Hay que adaptarse a que las circunstancias a veces se comportan de formas inesperadas. En algunas ocasiones estos cambios son alegremente bienvenidos porque suponen modificaciones en ciertas rutinas que no siempre son agradables, o porque aumentan la sensación de agrado. Los cambios para mejor se agradecen, antes o después.

Pero hay otros cambios que son más jodidos.

En esta época del año, lo normal es que un ente indeterminado que se suele denominar "anticiclón de las Azores" se haya instalado en algún punto al oeste de nuestra vida (allá por las Azores, es de suponer). La función de este anticiclón es mandar las nubes hacia el norte, a los países donde no pueden presumir de un verano como el nuestro y permitirnos a los españoles empezar a quejarnos del calor que hace.

Ya el año pasado la cosa vino rara. Recuerdo que no pasé nada de calor en junio. Que apenas pude ponerme las sandalias (con lo que me gustan). Y este año mayo ha venido imbécil y junio está viniendo jilipollas.

No me gusta este cambio climatológico (no voy a decir climático porque eso es otra cosa, dice Al Gore). Me molesta. Me cuesta adaptarme. Me amarga la existencia levantar la persiana y volver a ver las putas nubes y que haga este puto fresquito. Quiero quitarme los putos calcetines. Quiero sacar del armario los putos tirantes. Me quiero asar de calor.

¿Dónde coño se ha metido el anticiclón de las Azores?

21 mayo 2008

Lo malo

Ayer vi la tele un par de ratos, de refilón mientras comía y de refilón otra vez por la tarde - noche tomando unas cañas con los amigos. En las dos ocasiones pude medio ver (en casa cambié de canal y en el bar aparté la vista) algo que se está poniendo muy de moda en los telediarios (y en toda la televisión): contenidos sacados de internet.

Internet ha significado una revolución en las comunicaciones y eso incluye, casi en el primer lugar de la lista, a los medios de comunicación de masas y en especial la televisión, a la que surte de contenidos, como siempre, a medio filtrar, con un medio criterio. Pero hoy no he venido a decir obviedades. He venido a cagarme en todo lo que se menea.

Una de las costumbres más desagradables que se están extendiendo como el moho por los telediarios es dedicarles minutos a las animaladas que hace la gente. Ahora todo el mundo tiene una cámara de vídeo en el bolsillo. En cualquier momento puedes tirar de ella e inmortalizar cualquier cosa, por imbécil que sea, que esté pasando ante tus ojos.

Se pueden hacer muchas cosas con esta atractiva posibilidad: enseñarle a tus amigos el paisaje de la casa de tus sueños, denunciar una injusticia, inventarte un corto y presentarlo a un concurso.

Y puedes pegarle a un señor y grabarlo. Eso será un éxito mediático garantizado e inmediato. Vas a salir en todos los telediarios, tendrás dos minutos en cada cadena de televisión en varias emisiones a lo largo del día. Generarás debates en las tertulias televisivas y radiofónicas. Todo el mundo sabrá de ti. Conseguirás tus quince minutos de gloria. Y qué gloria.

Ya no voy a hablar de la calidad de la imagen, que antes era tan cuidada. Una de las consecuencias negativas de esto de la internet es que el usuario–espectador se ha acostumbrado a consumir imágenes de mierda, pixeladas, desenfocadas, descoloridas y cutres. Esto no es grave, llevamos años viendo nieve y recolocando la antena, da igual que estemos en el siglo pum (o más). Eso de la calidad broadcast se ha quedado para las aulas. Y para el reproductor blue ray blu-ray, para que se vean bien las pelis de Bruce Willis (o de Orson Welles, me da igual).

El problema es lo otro: la expansión de los tópicos, el error de planteamiento, el hecho de fomentar justo lo que denostan y de cavar un agujero todavía más hondo. Este tipo de imágenes sirven a los medios, a saber:

- para hacerse cruces y lamentarse de lo mal que está la juventud, que son todos unos vándalos y unos drogadictos, así va el país;

- para que cuatro chavales gilipollas se sientan Spielberg a base de maltratar a sus semejantes (o de jugarse la vida, depende del día).

Yo no llamaría a esto 'servicio público'. Sí, ya sé que considerar a la televisión un servicio público a estas alturas es poco menos que utópico. Pero sigo creyendo que se les puede pedir un poco (solo un poco) de responsabilidad. Se me ocurren tantas cosas que podrían hacer con un medio como ese (y me refiero a la televisión, no a internet). Cosas buenas, creativas, constructivas, interesantes, inteligentes, entretenidas, positivas. Y no. Se dedican a fomentar el vandalismo y la paranoia. Porque es lo que hacen. Sacándolos por la tele ponen el grito en el cielo y al mismo tiempo les premian; y de paso apuntalan conductas (los chavales que ven su obra en la tele me juego algo a que salen a celebrarlo) y prejuicios (los adultos que piensan que todos los jóvenes están corrompidos no hacen más que confirmar sus teorías apocalípticas).

Y mientras tanto, los chinos, los mendigos y los gafitas de la clase a papar hostias y a salir por la tele mientras dos imbéciles se parten el culo.

16 mayo 2008

Un rato raro

En la cena se habla de todo. De Malevich. De la fotografía profesional. De Víctor Erice y Kiarostami. De si el membrillo es un árbol o un arbusto. De la poca oferta cultural que hay en esta ciudad. De si un buey es un toro castrado o es otra cosa. Del vino de Somontano. De oposiciones. De licenciaturas, grados, másters y doctorados. De técnica. De expresividad. De McLuhan. De Bach. De fútbol. De limoncello. De Bill Viola. De reportajes de bodas. De tal alumna. De tal profesor. De pizza. De las cosas que echas de menos cuando cambias de vida.

Me siento afortunada por formar parte de este grupo descabellado y charlatán. Cada uno de su padre y de su madre. Cada uno con sus obesiones y sus temas de conversación. Cada uno barriendo para su casa. Yo miro y escucho, asiento y digo cosas como "a veces la pureza técnica también es ruido".

El vino está rico. La comida también. La conversación es fluida. La gente se mira a los ojos al hablar.

Me siento fuera, lejos de aquí.

06 mayo 2008

Sueños



Hay varias cuestiones aquí. Una, cumplir sueños e ir tachando metas posibles de una lista que algún día pareció interminable. Otra, la cosa de la libertad. Otra, seguir caminando y buscar metas nuevas.

Algunos de los deseos que he acariciado me han parecido siempre inalcanzables, sin serlo. Tal vez porque me gustaba que fueran eso, sueños nada más.

Pero también hay momentos en los que te apetece alargar la mano, por qué no, qué coño, y tocarlos. Y tal vez resulta que no son tan inalcanzables y que no hay nada de malo en permitir que, de vez en cuando, los sueños se conviertan en realidad.

Vamos a convertir esas alas en ruedas.

26 abril 2008

The bridges of Madison County, Clint Eastwood (1995)

Conservo varios recuerdos de la primera vez que vi Los puentes de Madison, hace unos cuantos años, cómo me sentí, qué me hizo pensar; y otras cosas que debería recordar, como dónde, cuándo y con quién la vi, sin embargo, se han borrado por completo.

Cuando alguien me preguntaba qué me parecía esta película, solía contestar que bien, pero que me sobraban todas las secuencias correspondientes al presente, a los hijos de Francesca reviviendo su historia a través de sus diarios.

Recordaba también con especial cariño esos planos encadenados del baile que nos cuentan que para Francesca y Robert no hay vuelta atrás, que han dejado entrar a sus sentimientos y que ya no van a poder escapar de ellos nunca.

La revisión de películas con unos años de diferencia suele aportar información nueva, traernos opiniones nuevas. Hemos oído hasta el cansancio aquello de que son nuestros ojos los que dan realidad a las cosas que vemos, y nuestros ojos nunca van solos, siempre llevan adosada una enorme carga compuesta por lo ya visto, lo ya experimentado o lo ya pensado.

En la revisión que hice años después de Los puentes de Madison, esa carga de experiencia añadida hizo que se produjera en mí un cambo de opinión.

Tenemos, por lo tanto, una historia que se desarrolla en dos momentos.

En el presente, los hijos de Francesca repasan los objetos que su madre ha dejado tras su muerte, y con ellos descubren una Francesca mujer muy lejana a la Francesca madre que ellos conocían, lo que trastoca todos sus recuerdos y todos sus sentimientos, tanto hacia ella como hacia sus propias vidas.

En el pasado, asisitimos, a través de la lectura de los diarios, a la historia de amor que vivió Francesca durante cuatro días con un hombre que llegó un día, por casualidad, hasta su puerta.

Si bien es cierto que la historia de Francesca y Robert sería suficiente para una película redonda, ya no creo que la presencia de los hijos en la trama corte el ritmo ni sobre en ningún aspecto. La forma en que las dos historias se entrelazan nos da otra perspectiva, nos habla de cómo las experiencias de los demás pueden influir en nuestras vidas. También nos habla de cómo la mayor parte de las veces no conocemos en absoluto a las personas que creemos conocer tan bien, y cómo esto ocurre especialmente en el caso de las relaciones familiares: personas con las que convivimos, a las que queremos de forma incondicional (o que creemos incondicional), tienen zonas incógnitas a las que solo podemos acceder en circunstancias muy especiales, casi excepcionales.

Cuando Francesca se enfrenta a su propia muerte, siente la necesidad de confesarse a sus hijos. No quiere irse del mundo sabiendo que no van a conocer esa parte tan importante que es ella, la verdadera, que ha mantenido siempre oculta para poder conservar la cordura.

Clint Eastwood es un director excepcional. Un hombre que nos enseña con su propia vida y su propia experiencia en el cine que las personas no siempre son lo que parecen ser. El Harry, el hombre duro, solitario, amargado y violento que nos enseñan sus películas de juventud se ha convertido en la madurez, y gracias en gran parte a ese papel-casillero, en un hombre poderoso en Hollywood que puede hacer prácticamente lo que quiera. Y lo que quiere es contar historias de seres humanos, historias pequeñas que todo el mundo puede entender porque todo el mundo podría vivir.

En este caso nos cuenta una historia de amor que te rompe por dentro. Como me dijo un amigo una vez, te toca la fibra y después le da vueltas al cuchillo, hasta lastimarte. Cualquier espectador va a enfrentarse a esa historia y va a preguntarse "¿qué haría yo en su lugar?" Cualquiera va a comprender la magnitud de los sentimientos que se llevan por delante a esas dos personas colocadas en medio de ninguna parte frente a frente y va a aceptar la decisión de Francesca de ser leal a los suyos, ser fiel a la palabra dada y sacrificar su felicidad por la estabilidad de su familia, que no merece esa traición.

Cualquier espectador puede entender a su hija, cayendo en la cuenta de que no hay ningún motivo para vivir una vida sin estímulos, sin alegría, para seguir montada en un carro que se mueve por la simple inercia de un empujón desganado de varios años atrás, y que decide cambiar de vida y darle una oportunidad a la esperanza.

Y cualquier espectador puede entender a ese hijo aquejado del síndrome de Peter Pan, sintiendo celos retrospectivos del amante de su madre, aprendiendo página a página a comprender que ella era, ante todo y sobre todo, un ser humano, y que se plantea, finalmente, la posibilidad de que esa misma historia se repita en su propio matrimonio, donde la infelicidad está llamando a la puerta sin que él se dé cuenta.

Los niveles de lectura de esta película son innumerables. Yo siempre veo las películas en primer lugar en el plano de los sentimientos, cuando los hay. En Los puentes de Madison los sentimientos desbordan los límites físicos de la pantalla. Sientes con los protagonistas la alegría del amor, el dolor de la muerte, la tragedia de la separación, la angustia de la mentira, la inocencia de la ignorancia, la sorpresa del conocimiento, en cada plano, en cada secuencia y en cada palabra.

Y en cada visionado aprendes algo nuevo sobre ti mismo. Puro cine.

23 abril 2008

You know how I feel

Si esto fuera algo así como un foro, primero os pondría esta canción:



y después os preguntaría qué os hace sentir.

Sería como una especie de experimento.

No es lo mismo poner esa canción después de confesar que hoy te sientes algo solo, que te has sentado en el sofá y se te ha escapado un lagrimón por todo lo que no tienes, o lo que has perdido, o simplemente porque sí, porque no todos los días van a ser de risas y liviandades, que ponerla sin más o ponerla, como había pensado yo hacer el año pasado si aprobaba las oposiciones, sin ningún otro comentario. O ponerla después de explicar pormenorizadamente qué de puta madre va todo.

En cualquier caso, para mí es una de las canciones más alegres y optimistas que se han escrito. Además, con los vientos y su ritmo, con un punto de cachondeíto. Esto antes de la letra, ya digo.

Después de la letra ya ni te cuento.

Nunca fui guapa. Puedo decir sin temor a equivocarme mucho que la mejor época de mi vida es esta, en cuanto a eso de la pinta, y lo bueno de esta afirmación es que lleva unos años alargándose: empezó hace más o menos cinco y continúa, aunque supongo que no le queda mucho. Creo que es un privilegio sentirse mejor en la edad en que en teoría la belleza, o la lozanía, si queréis, empiezan a marchitarse, según cuentan los libros.

Esto no venía mucho a cuento, pero es algo que ayuda a que yo me sienta bien cada día, aunque llueva. Llueve, pero ya no hace frío. Tiene que llover para que todo se ponga bonito, para que no toque un verano de mierda como el del año pasado, para que las cosas estén en su sitio, como debe ser.

Si esperas el sol, si lo esperas y lo esperas, cuando llega es la hostia. And I'm feeling good.

Y bueno, acabo de mirar la previsión del tiempo para los próximos días y dice que sí. Que ahí viene el sol. Pues que así sea. Los días buenos también hay que decirlo, joder.

21 abril 2008

Johnny Cash

Empecé con los preparativos para el viaje a Nueva York con varios meses de antelación. Una de las paradas obligatorias era hacerme el pasaporte (y para eso necesitaba renovar el dni, caducado desde septiembre, lo normal tratándose de mí). Así que un día me fui al centro para hacerme con los dos documentos. Lo primero, claro, era hacerse fotos.

El empleado de la tienda era un encanto. No sé las fotos que tiró hasta que los dos nos quedamos contentos ("me tiene que durar diez años!") Después me dijo que tardarían una media hora en estar listas. Así que me fui a dar una vuelta por el centro comercial.

Entré en una tienda de electrodomésticos que tiene una sección de discos y películas. Solo para mirar, ya sabéis. Empiezas a mirar y mirar y al final sales con varios discos. Yo aquel día me llevé uno de Bruce, claro. Y dos recopilatorios: uno de Tom Waits y otro de Johnny Cash. Este último fue por probar. De Tom Waits he escuchado muchas cosas, tengo varios discos en mp3, no hubo sorpresas.

Pero a Johnny Cash no lo conocía. En cuanto empezó a sonar la primera canción (Ring of fire) supe que estaba en casa. La música que me gusta escuchar una y otra vez, la música que me hace sentir a gusto, los ritmos que marcaron todo lo que soy ahora cuando tenía catorce o quince años.

La canción a la que me refería el otro día, con respecto a The ties that bind, se titula Walk the line. En el vídeo la versión es un poco cutre de sonido, pero corresponde a uno de los conciertos que dio en la cárcel de San Quintín y me ha gustado mucho (o es el que más me ha gustado de los que he visto). Johnny Cash tenía una relación especial con los presos.



Mantengo una estrecha vigilancia sobre mi corazón,
tengo los ojos bien abiertos todo el tiempo,
controlo los cabos del lazo que ata.
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Me resulta muy, muy fácil para ser real,
me encuentro solo cuando el día se acaba.
Sí, admitiré que estoy loco por ti.
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Tan seguro como la oscuridad de la noche y la luz del día,
te tengo en mi cabeza día y noche.
Y la felicidad que he conocido me demuestra que está bien,
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Tienes una forma de mantenerme a tu lado,
me das motivos para amarte que no puedo esconder.
Por ti sé que incluso podría darle la vuelta a la marea
porque eres mía, voy por el buen camino.

Mantengo una estrecha vigilancia sobre mi corazón,
mantengo los ojos bien abiertos todo el tiempo,
controlo los cabos del lazo que ata.
Porque eres mía, voy por el buen camino.


Está claro que las dos canciones no se parecen en nada: coinciden en la temática pero difieren en el concepto, es decir, son todo lo contrario una de la otra. Y esa forma de estar cada una en un extremo de la idea de las relaciones personales es lo que me hace asociarlas.

No quiero decir muchas obviedades, y esta noche es lo único que me sale (cosas sobre la diferencia de planteamiento que tenemos las personas ante la aparición de los sentimientos, por ejemplo). Me parece que la canción habla por sí sola (a quien quiera escuchar).

Y ya que estoy aquí, quería hablaros de otra canción que estaba incluida en ese mismo recopilatorio. La primera vez que escuché el disco (el mismo día que lo compré, conduciendo hacia casa), hubo una canción especial, más especial que las demás. Me puso los pelos de punta en cuanto empezó a sonar. La voz grave y triste de Johnny Cash casi susurrando la historia me llegaron al alma sin llegar a entender del todo la letra de la canción, cosa que conseguí tras escucharla un par de veces (la pronunciación de Johnny Cash es bastante clara para mí). Cuando entendí la letra de la canción, la historia que la canción cuenta, me hizo llorar. Qué le haremos, soy así.

La canción se titula Give my love to Rose. Está aquí.

boomp3.com

Le encontré junto a la vía del tren esta mañana.
Pude ver que estaba a punto de morir.
Me arrodillé a su lado y escuché
las palabras que decía el moribundo.

Dijo: me soltaron de la prisión ahí en Frisco,
durante diez largos años he pagado por lo que hice,
estaba intentando volver a Louisiana
para ver a mi Rose y conocer a mi hijo.

Déle mi amor a Rose, por favor, ¿lo hará, señor?
Llévele todo mi dinero, dígale que se compre ropa bonita.
Dígale a mi chico que su padre está orgulloso de él
y no se olvide de darle mi amor a Rose.

¿Quiere decirles que les agradezco que me esperaran?
Dígale a mi chico que ayude a su madre en casa.
Dígale a mi Rose que intente encontrar a otro
porque no es bueno que viva sola.

Señor, aquí hay una bolsa con todo mi dinero.
No les durará mucho tal como va.
Dios le bendiga por encontrarme esta mañana
Y no se olvide de darle mi amor a Rose.

Déle mi amor a Rose, por favor, ¿lo hará, señor?
Llévele todo mi dinero, dígale que se compre ropa bonita.
Dígale a mi hijo que su padre está orgulloso de él.
Y no se olvide de darle mi amor a Rose.


Ya sé que es una ñoña canción country, lo sé muy bien, me lo repito cada vez que me hace llorar. Pero tiene eso que toca la fibra por ahí en algún sitio. Me gustaría escribir algo así alguna vez.

Al cabo de un tiempo descubrí que Bruce Springsteen hizo, con ocasión de un homenaje tras el fallecimiento de Johnny Cash, una versión de esta canción. Aquí la dejo, para mí misma, sobre todo.

19 abril 2008

De principios y finales

Antes del viaje a Nueva York un amigo nuevo intentó durante varios días convencerme de ir a Indianapolis con él al concierto que daba allí Bruce Springsteen.

Dudé mucho. Al final no fui, entre otras razones porque ese mismo día mi viejo amigo Jesús daba un recital de poesía. Un motivo poderoso.

Aquella noche Danny Federici tocó por última vez con la E Street Band.

Tampoco Jesús volverá a dar un recital de su poesía en Nueva York, no por primera vez, al menos (tengo mucha fe en su futuro). Pero fue la primera vez y yo estaba allí para verlo, para llorar con él.

Y en eso consiste la idiotez de tomar decisiones, y creo que esa es una de las cosas que más me joden de vivir: cuando tomas algo, dejas algo. Y tanto por lo que tomas como por lo que dejas, pagas un precio.

No se puede tener todo.

17 abril 2008

Y menuda mierda

Lo sacas un poco para fuera y resulta que no, que todo es mentira otra vez. Ya te sabes de memoria la cantinela, los porqués, todas las chorradas.

Y no, en realidad lo único que pasa, lo único cierto, es que todo es mentira y por eso no funcionan bien los mecanismos. Ni se trata de engrasarlos ni de ponerlos en marcha. Es que lo que debería ser un motor está de adorno. Y contra eso, poco que hacer. Seguir. Estudiar un poco, por ejemplo.

Lees un poema precioso de Miguel Hernández y te parece ñoño a morir. Va a ser, te dices, que no estás enamorada. Otra vez.

Y te da un poco de mal rollo porque otra vez te empieza a dar por pensar que te tienes que ir de aquí, como si hubiera un adónde cojones que pudiera servir para algo. Siempre has sabido que huir no soluciona nada porque el tocapelotas, la sombra, se va contigo, enganchado a las ruedas de la maleta, o no sé dónde coño se engancha que nunca ha habido manera de darle esquinazo.

Lo que te da rabia es pensar que esto no se arregla, que pasa el tiempo y no se arregla, que parece que las cosas van bien, rulando, más o menos ordenadas y limpias, pero en realidad no, vayámonos al tópico una vez más y digamos que si levantas la alfombra la polvareda es descomunal.

Solo que ahora la levantas cada vez menos. Total, para qué.

15 abril 2008

Algo me dice que no

Es que no quiero volver a decirme "te lo advertí, ya lo sabía yo".

Y así es como me paso la vida viendo cómo le pasan las cosas a los demás.

Aunque también es cierto que cuando lo intento me estrello y eso le quita las ganas a cualquiera.

Por tanto, me veo oscilando en la indecisión, como siempre. Sí pero no. No pero sí. A la gallega, con pimentón picante.

Me gusta mi vida como está. Creo que puede mejorar. A veces más la primera frase y a veces más la segunda.

Y luego, los tópicos. El miedo al dolor, las ganas de vivir.

Y Pessoa con sus verdades: "el cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en las ilusiones: la pérdida de ellas, la inutilidad de tenerlas, el antecansancio de tener que tenerlas para perderlas, el pesar de haberlas tenido, la vergüenza intelectual de haberlas tenido sabiendo que tendrían tal fin".

Y bueno, como guinda adjunto cita de Bruce, especial para Fanshawe, que el otro día me reprochaba (amablemente y con su punto de retranca, como no podía ser menos) que ya casi espera ver al final de mis posts una coletilla tipo "y esto es lo que tiene Bruce que decir al respecto". Bueno, pues aquí está. Y no me piques…

boomp3.com

Los lazos que atan

Te han herido y estás pegando gritos, dices.
Bajas por la calle apartando
a la gente de tu camino.
Has hecho las maletas y quieres irte sola.
No quieres nada,
no necesitas a nadie a tu lado.
Caminas dura, nena, pero caminas ciega
a los lazos que atan .

Los lazos que atan.
Ahora no puedes romper los lazos que atan.

El romance barato no es más que una muleta.
No quieres nada que alguien pueda tocar.
Tienes miedo de que alguien te tome por idiota,
no de caminar dura, nena, no de caminar fría.
Caminas segura pero, cariño, ¿puedes atravesar
la línea y enfrentarte a los lazos que atan?

Los lazos que atan,
Ahora no puedes romper los lazos que atan

Preferiría sentir ese dolor dentro,
sí que lo haría cariño, a conocer el vacío
que tu corazón debe ocultar. (Aquí es donde lloro)
Sí que lo haría cariño, sí que lo haría, cariño.
Sí que lo haría, nena.

Te sientas y te preguntas quién parará la lluvia.
Quién aliviará la tristeza, quién calmará el dolor.
Es una larga y oscura autopista
y una fina línea blanca
conectando, nena, tu corazón al mío.
Ahora estamos corriendo pero, cariño,
nos detendremos a tiempo
para enfrentarnos a los lazos que atan.

Los lazos que atan
Ahora no puedes romper los lazos que atan
No puedes abandonar los lazos que atan.

(Recordadme un día que os ponga la canción de Johnny Cash que podría ser, cosa de intuición, de imaginación y de columpiada, uno de los orígenes de The ties that bind. Otro día, que ya os tengo mareados con tanta música, y además me están costando un poco un par de matices de la traducción.)

14 abril 2008

Comunicación

Hay gente con la que te entiendes. Hay un constante y fluido cambio de roles entre el emisor y el receptor. Se habla con ganas, se escucha con más ganas, los mensajes llegan sin ruido, se comparte el código, hay un buen rollo de puta madre, así por cambiar por una vez el idioma escrito, tan pulido y cuidadito, por el de andar por casa, que es más de verdad, al menos en mi caso, al menos algunos días. En una frase van veinte ideas y las veinte van y vuelven sin problemas por el canal.

Lo que no entiendo es por qué esto me pasa más, más a menudo y mejor a través de las teclas que con una caña de por medio. O no: por qué me pasa más con aquellos cuyas letras conozco antes que sus caras. Me siento una inútil social. Si alguien tiene alguna teoría, se agradecerá.

12 abril 2008

For you

Las primeras canciones de Bruce Springsteen tenían unas características especiales. Los dos discos previos a Born to run, que fue el álbum que les lanzó a la fama y que marcó para siempre el camino que habrían de seguir, tienen canciones intensas, largas, con melodías en ocasiones extrañas y peregrinas, sinuosas, llenas de tensión, con letras muy poéticas, oscuras, a veces casi surrealistas, de muy difícil interpretación. A veces hay que recurrir a las tripas para entenderlas, o renunciar a eso y solo dejarse llevar por las sensaciones con los ojos cerrados.

Cada lector lo sentirá de una forma. Algunos de vosotros pensaréis algo como "bueno, aquí vuelve esta pesada con Bruce". Otros conoceréis mucho más que yo todas estas canciones y estas historias y tal vez le déis al play con una sonrisa. Alguna persona descarriada se tomará la molestia de escuchar esta canción por primera vez con atención y tal vez sienta los mismos escalofríos que siento yo cuando canta 'So you, left to find a better reason than the one we were living for and it's not that nursery mouth I came back for; it's not the way you're stretched out on the floor cause I've broken all your windows and I've rammed through all your doors; and who am I to ask you to lick my sores?'

Sea como sea, que la disfrutéis. Si tenéis tiempo, escuchadla dos veces: primero solo miradle la cara al cantar. Después, si tenéis curiosidad, leed la letra.



.... tú y tu cara de poni y tu union jack
coge a tu bromista local
y enséñale a actuar.
Te juro que yo nunca fui así,
ni siquiera cuando de verdad me derrumbé.

¿No creías que yo sabía que habías nacido
con el poder de una locomotora,
capaz de saltar rascacielos con un pequeño impulso?
Y tu suicidio de Chelsea sin ningún motivo aparente.
Podías reír y llorar con el mismo sonido.

Y tu fuerza es devastadora en el rostro
de todas estas probabilidades.
¿Recuerdas cómo te tuve esperando
cuando era mi turno de ser el dios?

No eras ni la mitad de orgullosa
cuando te encontré rota en la playa.
Recuerda cómo te eché sal en la lengua
y me puse fuera de tu alcance.
Y la banda tocaba la canción de regreso al hogar
mientras yo acariciaba tu mejilla.
Aquella mellada, rota melodía
aún la tengo pegada como una sanguijuela.
Pero aquella medalla que llevabas en tu pecho
siempre se ponía en medio, como una niña pequeña
con un trofeo tan delicado que lo conseguía todo.
Los dos éramos autoestopistas, pero
tú tenias el oído afinado al rugido
de un motor de metal templado
en una lejana orilla extranjera.

Así que te fuiste para encontrar una razón mejor
que aquella por la que vivíamos
y no es por tu boca sanadora por lo regresé.
No es por la manera como estás tirada en el suelo
por lo que he roto todas tus ventanas
y he reventado todas tus puertas.
Pero ¿quién soy yo para pedirte que
lamas mis llagas?
Y debes saber que es verdad...

Vine por ti, por ti, vine por ti,
pero tu no necesitabas mi urgencia
Vine por ti, por ti, vine por ti
pero tu vida era una larga emergencia
y tu fila de multitudes me urge,
y mi electricidad surge libre.

08 abril 2008

Oh, sí podemos

Partimos de la base de la desconfianza inquebrantable hacia los políticos. Siempre tenemos la (fundada) sensación de que dicen lo que queremos oír para conseguir lo que quieren de nosotros, y para al final hacer eso que dijeron u otra cosa cualquiera, por ejemplo todo lo contrario o nada en absoluto. Al menos, esa es la sensación que tengo yo. Cuando veo un político en televisión, cambio de canal. Me da igual quién sea. La única diferencia es que el dedo va más rápido en el mando con unos que con otros.

Con respecto a lo que viene a continuación no sé, a lo mejor es porque no me afecta, porque no es el tipo que va a regir los destinos de mi país o porque en realidad no tengo que votarle ni que aguantarle (todo ello muy relativo).

Pero de verdad creo que hay ciertas cosas que los americanos hacen mejor que nosotros. Este señor consigue que creas en lo que dice. Parece que él mismo cree en lo que dice. Y además dice cosas que tienen, como se dice por aquí, moito sentidiño. Da ganas de creer. No me parece fácil de conseguir.



"Nos han dicho que no podemos hacerlo un coro de cínicos que se hará más ruidoso en las semanas y meses venideros. Nos han pedido que nos paremos a ver la realidad. Nos han advertido de que estamos ofreciendo a la gente de este país falsas esperanzas. Pero en la sorprendente historia de Estados Unidos nunca ha habido nada falso en la esperanza.

Cuando nos hemos enfrentado a lo que parecía imposible, cuando nos han dicho que no estábamos preparados, que no deberíamos intentarlo, o que no podríamos, generaciones de americanos han respondido con una idea sencilla que resume el espíritu de un pueblo: sí podemos. Sí podemos. Sí podemos. Sí podemos.

Es una idea plasmada en los documentos fundacionales que marcaron el destino de la nación. Sí podemos.

Fue susurrado por esclavos y abolicionistas mientras forjaban un camino hacia la libertad a través de las noches más oscuras. Sí podemos.

Lo cantaron los inmigrantes que llegaron de costas lejanas y los pioneros que se abrieron camino hacia el Oeste por el implacable desierto. Sí podemos.

Fue la llamada de los trabajadores para organizarse, de las mujeres para votar, de un presidente que eligió la luna como nueva frontera, de un rey que nos llevó a la cima de una montaña para señalarnos el camino de la tierra prometida.

Sí podemos, a la justicia y la igualdad.

Sí podemos, a la oportunidad y la prosperidad.

Sí podemos curar esta nación.

Sí podemos reparar este mundo. Sí, podemos."


(El discurso de New Hampshire del 8 de enero, completo y con subtítulos en castellano, aquí. )

Es algo que siempre pienso cuando oigo o leo la expresión "falsas esperanzas". ¿Qué hay de falso en la esperanza? No es un adjetivo que se le pueda asignar a ese nombre. La esperanza se tiene o no se tiene, y después se cumple o no se cumple. Pero nunca es falsa, en ningún idioma. La esperanza es esperanza.

Barack Obama tiene el carisma de los grandes líderes. Tiene la fuerza para llevarse a la gente por delante.

No hay duda de que el discurso es netamente americano, con todas las virtudes y todos los defectos que esto implica. Alude al presidente Kennedy, habla de arreglar el mundo, incluye referencias bíblicas. El pack completo, sin dejarse nada. Pero importa la forma en que ordena las palabras, importan las palabras que elige, importa que quiera hacer creer a la gente que cambiar las cosas es posible.

Porque, qué coño. Lo es.

O eso espero.

07 abril 2008

Pasaba por allí

Un señor, Brooklyn

Te llevas imágenes de gente a la otra esquina del mundo. Y tu imagen también viaja, desvinculada para siempre de tu existencia, tomando la forma de una persona vulgar en las fotos de otros.

No somos nadie, bultos anónimos manchando de colores las fotos y los recuerdos de alguien, conformando paisajes, rellenando calles. Otorgamos exotismo o normalidad, caminamos por las aceras y servimos para el equilibrio visual de la composición de un instante captado al azar.

Cruzamos palabras y miradas con desconocidos y al cabo del día pasamos a formar parte de millones de olvidos. Pero dejamos ese rastro colorido que aparece de vez en cuando, resucitado en una revisión fugaz y de nuevo olvidada en un parpadeo.

Todas esas personas de las fotos tienen una vida, como tú. Un pasado, un dolor y una alegría, probablemente una canción que les hace estremecerse, una película favorita, una opinión política.

Y todas esas personas, al igual que tú, son sólo manchas movidas en una foto.

02 abril 2008

Imposible evitarlo

Tenía que hacerlo. De las innumerables fotos tenía que enseñaros algunas. Nada que no hayáis visto ya. Pero son mías. Las hice yo. Por momentos todavía no puedo creerlo. No sé cómo conjugar la incredulidad con la nostalgia.

Espero que os gusten.

Aquí están.

Desde Brooklyn Bridge

31 marzo 2008

Un anuncio

A veces viendo la tele descubres cosas muy bonitas y muy bien hechas.


The nightmare is back

Fotocopias del dni (dos), solicitud por cuadruplicado, tasas abonadas, anexos IX, XIX, XX, fotocopias compulsadas de todo (dónde coño habré metido el último titulito que me dieron), colas, la impotencia de la burocracia (no puedo creerme que el "vuelva usted mañana" siga vigente, si Larra levantara la cabeza), las listas provisionales, las definitivas, los puntos, la unidad didáctica, la programación…

Se acercan momentos de crisis. Las vacaciones han acabado, por lo menos en la parte de fuera de mi cabeza.

27 marzo 2008

Jet lag state of mind



Sé lo que es esto: es una sensación que se pasa con el tiempo. Durante unas horas o unos días no piensas en otra cosa. Te lo planteas todo. Las ilusiones conviven con los fantasmas, se podría decir. Casi interesa más lo que está dentro, los recuerdos y las esperanzas, que lo que hay fuera, que te rodea y es tangible y real.

Sigues sin saber qué es lo que quieres en realidad. Go confidently in the direction of your dreams! Live the life you've imagined, dice la taza que compré en la tienda de regalos de la Public Library. Claro, el problema es distinguir los sueños de los espejismos.

Todo lo que has vivido te hace sentir especial de alguna manera, e ignoras por qué, en realidad no has hecho nada que te haga diferente de cualquier otro.

Mientras tanto, hay que seguir haciendo lo de siempre, recuperar la rutina que quedó atrás hace tan solo diez días que sin motivo percibes como un abismo que separa dos eras.

Todo volverá a su sitio poco a poco. El vuelo dura siete horas, pero tú tardas mucho más tiempo en aterrizar. Tal vez siete días. Conoces los síntomas, sabes que se pasa.

Aha (newyorker word)

Dije ayer que no me gustaba el tono. No me gusta el tono porque suena totalmente turista. Pero es que hoy, pensándolo, me he dado cuenta de que ya en el vuelo de ida (durante el que saqué diez o doce fotos del mar y las nubes por la ventanilla, por ejemplo), decidí que no me iba a dar vergüenza ser una turista típica, con todos los extras: cámara en ristre, cara de asombro, tortícolis por mirar extasiada los rascacielos, todo el pack, con dos cojones. Incluso la curiosa cualidad de odiar a los otros turistas, que te hacen sentir tan imbécil porque te das cuenta de que eres como ellos y así hasta el infinito en un interminable juego de espejos. Una mañana, caminando por Broadway con una intensa sensación de desagrado e incomodidad, caí en la cuenta de que era por la multitud que hablaba español con acento de Tomelloso, por ejemplo. Doblé una esquina y se acabaron la gente, el ajetreo y el castellano y pude pararme a comer tranquila, en un restaurante en el que no me entendían. Qué descanso.

Así que me da igual. Esto es lo que hay.

Llevo tres días dándoles vueltas a las más de setecientas fotos que saqué, intentando hacer clasificaciones que pongan un poco de orden en el caos. Fotos de turista también, nada nuevo, nada que no haya sido visto y retratado innumerables millones de veces, fotos desenfocadas, fotos torcidas, fotos nocturnas sin flash y sin pulso, fotos de gente caminando, fotos de personas fumando en las puertas de los edificios, fotos de taxis amarillos, fotos de coches de policía, de camiones de bomberos, de limusinas, de camiones, de semáforos, de señales de tráfico, del vapor de las alcantarillas, de escaleras de emergencia, de comida, de puestos de naranjas en la acera, de turistas sacando fotos del humilde monumento en memoria de John Lennon, del Dakota, del Empire State, del Chrysler, de Central Park desde el suelo, de Central Park desde el Rockefeller Center, de los helicópteros y las ardillas, del desfile de San Patricio, del skyline desde el aeropuerto de Newark, New Jersey, del skyline desde el puente de Brooklyn, del skyline desde Dumbo, del skyline desde Staten Island. Una lista más larga de cosas que hacer y que ver cuando vuelva que la lista de cosas vistas y hechas en este viaje. Kilómetros y kilómetros en los zapatos.

En el Soho a las once de la noche buscando un restaurante para cenar me atropelló una rata neoyorkina (en el fondo me encanta que esto pase en la zona más pija de la ciudad). Se había metido entre las bolsas de basura (que amontonan en la acera, se ve que lo de los contenedores no es cool) y cuando yo pasaba se asustó y salió corriendo hacia mí, chocando de pleno con mi pie derecho. Creo que es la sensación de asco más grande que he sentido en mi vida (menos mal que no había cenado aún). Todo es así en New York: lo más grande, lo más hiperbólico, lo más infinito que me ha pasado en mi vida ha tenido lugar en esta semana. Yo también estoy exagerando, claro, lo excesivo de esta ciudad se te pega como la mierda a los calcetines. Luces, coches, gente, turistas, fotos, ruidos, sonrisas, miradas, posibilidades, sueños. Todo está ahí.

Cosas que nadie te cuenta: siempre hay papel en los baños. Y agua caliente, y toallas de papel, y la mayoría de las veces, en los sitios públicos y concurridos, una señora atenta para pasar la fregona. En el metro se entra y se sale por los mismos torniquetes. El tráfico es bastante, pero bastante, menos agresivo que en Madrid. Es fácil cruzar de acera. Es fácil caminar por las calles. Es fácil hacer veinte kilómetros sin darte cuenta. Miras el reloj y es la una. Lo vuelves a mirar y son las tres y media y no has hecho más que andar, mirándolo todo. De tanto andar y mirar, se me escapó el tiempo de ir al MOMA.

Y luego está la gente. Yo habría jurado que Muñoz Molina decía que la gente no te mira a la cara en Nueva York. Tendré que revisarlo. Es estrictamente falso. Te miran y te sonríen, además. Te hacen un gesto para que te sientes en el metro. Siempre hay alguien que responde a tu pregunta, se para a hablar contigo, te pregunta de dónde vienes, te habla despacio y hace lo posible por entenderte. Intentan hablar español aunque sea mucho peor que tu inglés. No parecen desconfiar de los extraños. La excepción a esta generalidad, también generalizada, son los policías, que son de lo más borde.

Una noche (la misma de la rata, de hecho) estuvimos más de media hora parados en el metro en un túnel entre dos estaciones (Lafayette y Clinton-Washington, línea C, en Brooklyn… ¿a vosotros también os suena increíble?). Era tarde, había poca gente. Todo el mundo se quedó tan tranquilo esperando. Nadie se lió a darle voces a la empleada que vino a informar (aunque no informó de gran cosa). Nos limitamos a esperar a que el tren empezara a andar de nuevo. ¿Dónde estaba el estrés de New York? No en aquel vagón, desde luego.

Todas estas cosas no son más que tonterías. Hablando en dos ocasiones diferentes con dos neoyorkinas que habían estado en España, me dijeron, respectivamente, que "Madrid es más acogedora que Barcelona" y que "Barcelona es más acogedora que Madrid". No hay verdades universales en este aspecto. Solo están nuestros ojos. Cómo tú lo vives, con qué te encuentras, cómo lo digieres, nada más.

Supongo que yo estaba dispuesta a dejarme fascinar, estaba preparada para el asombro. Sin embargo, tal vez no lo estaba tanto para la sensación de naturalidad, de pertenencia al lugar, aunque también me habían advertido de eso. Tan poco extraña me sentía que la gente me pedía fuego o la hora por la calle, o me preguntaba una dirección. Me hacían sentir feliz, pensaba "después de todo me confunden con una de ellos". También la gente responde a tus propias expresiones, a la postre. Mi cara es tan idiotamente feliz que en la mayor parte de las fotos parezco china. Supongo que las personas responden positivamente a un estímulo así. No sé.

La neoyorkina que pensaba que Madrid es más acogedora que Barcelona me confesó que la ciudad de sus sueños es Sevilla. Esto me hizo pensar, claro. Algo como "Así que vives en Nueva York y la ciudad de tus sueños es Sevilla, ¿eh?" Pensé en eso tan famoso que dicen sobre la hierba del otro lado del río.

Hay, claro, mucho más en mi cabeza. Me paso los días pensando en esas calles. Vuelvo a ver todas esas imágenes que se me han quedado pegadas al córtex. Pienso en el concierto que no vi, en la persona que no conocí, en el museo que no visité, en los barrios que no pisé, no puedo parar de hacer enumeraciones, no puedo colar ideas. Quiero volver.

25 marzo 2008

No mucho

El último día, cuando en el tren que me llevaba a través de Nueva Jersey hasta el aeropuerto un señor negro, trajeado, enorme y con un saxofón se sentó a mi lado y me sonrió, sin saber por qué pensé en esta canción, con el ruido de trueno de las ruedas sobre las vías de fondo. Perfectamente podría ser la banda sonora para este viaje.

Esta visita a Nueva York ha sido para mí todo lo que esperaba de ella, incluso más. Estoy acostumbrada, como todo el mundo, supongo, a que lo que espero no sea lo que obtengo.

No ha sido así con Nueva York. No puedo escribir mucho ahora. Lo he intentado y no me gusta el tono. Esta tarde, viendo fotos, he vuelto a pensar en esta canción. La he buscado, la he escuchado otra vez. Ella sí tiene el tono.

Por ahora, si os apetece, aquí la dejo. Espero añadir algo próximamente.



TIERRA DE ESPERANZA Y SUEÑOS

Coge tu billete y tu maleta
el trueno rueda por las vias
No sabes a donde estás yendo
pero sabes que no volverás
Cariño, si estas cansada
apoya tu cabeza sobre mi pecho
Cogeremos lo que podamos llevar
y dejaremos el resto
Grandes ruedas rodando a través de campos
donde fluye la luz del sol
Reúnete conmigo en una tierra de esperanza y sueños

Yo proveeré para tí
y estaré a tu lado
Necesitaras un buen compañero
para esta parte del viaje

Deja atrás tus tristezas
Deja que este día sea el último
Mañana saldrá la luz del sol
y toda esta oscuridad habrá pasado
Grandes ruedas rodando a través de campos
donde fluye la luz del sol
Reúnete conmigo en una tierra de esperanza y sueños

Este tren
lleva santos y pecadores
Este tren
lleva perdedores y ganadores
Este tren
lleva putas y jugadores
Este tren
lleva almas perdidas
Este tren
los sueños no se frustarán
Este tren
la fe será recompensada
Este tren
escucha las ruedas de acero cantando
Este tren
Las campanas de la libertad sonando

Este tren
lleva santos y pecadores
Este tren
lleva perdedores y ganadores
Este tren
lleva putas y jugadores
Este tren
lleva almas perdidas
Este tren
lleva corazones rotos
Este tren
ladrones y dulces almas de los difuntos
Este tren
lleva locos y reyes
Este tren
todos a bordo
Este tren
los sueños no se frustrarán
Este tren
la fe será recompensada
Este tren
escucha las ruedas de acero cantando
Este tren
Las campanas de la libertad sonando

15 marzo 2008

Rumble Fish, Francis Ford Coppola

De los nervios esta semana. Anoche, después de una visita rápida por varias webs interesantes, una conversación con un vicioso de NYC y el enésimo repaso a la maleta (huy, me había olvidado de meter el pijama), me senté en el sofá a cenar (cola cao, no doy para más) y a ver una peli. Aprovechando lo aprovechable de la colección esta tan cara y tan chula que están sacando los sábados en El País, tocaba La ley de la calle.

Disfruté como solo podría hacerlo un adolescente de su blanco y negro con peces de colores (y yo que pensaba que Spielberg había inventado algo con el abrigo rojo de su niña en el ghetto de Cracovia). Todo me gustó: la fotografía, el uso de la profundidad de campo, la inocencia de Rusty James (Matt Dillon), el desencanto de Motorcycle Boy (Mickey Rourke), la luz, lo mucho que me acordaba al verla de Orson Welles.

Esta película es como una canción de Bruce Springsteen: urbana, llena de inocencia y de vida, muestra un futuro desolador (por inexistente), te deja una sensación de destino irremediable o algo así. Y te conmueve mucho por dentro.

Me quedo con una frase suelta que sale de la boca de Benny, el dueño de los billares, personaje interpretado por Tom Waits: cuando eres joven te sobra el tiempo, no tienes más que tiempo; pierdes dos años aquí, dos años allá... cuando te haces viejo te preguntas... ¿cuánto me queda? treinta y cinco veranos; piénsalo: treinta y cinco veranos. Te quedan treinta y cinco veranos.

Habría mucho que contar, pero es que estoy preparando un viaje. Nos vemos a la vuelta. Disfrutad vuestro verano, que empieza ahora mismo, cuando ponga este punto.

14 marzo 2008

De lo que no puede ser

Leo últimamente siempre que puedo (es decir, siempre que escribe, que tengo mucho tiempo libre e internet por todas partes) un blog que se llama Imbécil y desnudo. Me gusta cómo escribe aunque a veces no tanto lo que escribe, o lo que parece que piensa (otras veces me da en la nariz que son poses ante el espejo, porque juega con la ventaja de que no deja comentar).

De todas formas es magnético, me siento atrapada por su forma de escribir hasta el punto de que a veces me quita las ganas de hacerlo yo, como me ha pasado, no sé, con Cortázar o con Tolstoi, salvando las lógicas y abrumadoras distancias (que nadie se me escandalice): me refiero a esa sensación de que no sé qué cojones hago dándole a las teclas. Lo hace fácil.

Ahora está de viaje en otra ciudad lejana de esas que casi todos queremos visitar algún día. Y al leerle me he sentido identificada por anticipado; había un par de frases que seguramente desearé escribir yo dentro de una semana, si se me ocurrieran cosas tan netas y directas, que no es el caso, por desgracia. Ahora que ya las he leído y que las voy a copiar, más bien podré suscribirlas. Son estas dos:

"Explicar Tokio es inútil porque está ya muy bien explicado"

y

"Supongo que, mal que me pese, estoy haciendo el turista y no soy capaz de escribir más que souvenirs, no hay manera de deslizar ideas".

Es que tengo la sensación de que voy a ser incapaz de contar nada cuando vuelva. Me parece demasiado ahora mismo. Tal vez llegue allí y descubra que no es tan diferente a otra cosa que conozco, o que he visto demasiadas películas, hablado con demasiadas personas, esperado demasiado tiempo o leído demasiadas páginas de la guía. O tal vez obtenga todo lo que deseo. Incluso, haciendo crecer el cuento de la lechera, obtenga incluso lo que no me atrevo ni a reconocer que deseo.

Pero, de verdad, ¿alguien cree que, hoy por hoy, existe algún escritor, profesional o amateur, que sea capaz de transmitir una experiencia así? Claro, y titularla "Lo que sentí la primera vez que fui a Nueva York". Es ridículo. Me río al releerlo. Lo dejo como está.

Ay, qué emocionada estoy. Qué inmensas expectativas tengo puestas en este viaje. Que la hostia no sea con el avión, amén.

12 marzo 2008

Not a hero

Tengo un amigo que se ha comportado como un cobarde. Se encontró con una situación que no sabía muy bien cómo manejar y decidió no manejarla en absoluto. En español antiguo, tomar las de Villadiego. No está mal, es una opción. Pero me molesta que se justifique cantando la canción del que no ha mentido, del que ha intentado ser él mismo (¿qué coño es ser uno mismo?, se preguntaba otro amigo mío el otro día, filosofando frente a un plato de cecina y unas cervezas… gran pregunta me pareció; me lo sigue pareciendo).

No me atrevo a decírselo, no somos tan amigos y al fin y al cabo a mí ni me va ni me viene, pero su actitud y su espantada me han dado mucho que pensar. No está mal tomar decisiones cuando las alternativas se nos presentan, de hecho es lo que hay que hacer: respirar hondo y tomar una decisión aunque duela, eso es bueno. Supongo que a este, y aquí usaré otra frase que pronto se convertirá en español antiguo y que me parece muy divertida, lo que le matan son las formas.

Y no sé cómo decirle, no le diré nunca, lo más probable, que las cosas no se hacen así. Que tener cojones significa tomar la decisión y además mirar a la cara a la gente y afrontarlo. Como un hombre, en español antiguo. No se puede decir desde el otro lado del río "yo nunca quise hacerte daño". Eso está muy feo, hombre. Y además, probablemente es mentira. La verdad, en español del bueno, sería más o menos, "no era la intención, pero si te hice daño, te jodes, avisao estabas". Más o menos.

Le voy a dedicar la canción que merece que le canten. Ya que tampoco tendré nunca los huevos de decírselo a la cara.

06 marzo 2008

Preparando el viaje

Intento rescatar el archivo en mi memoria de todo lo que he leído, oído y visto. Intento hacer una lista de cosas que me juré que no me quedaría sin ver en el caso de ir hasta allí. Intento recordar los lugares que recomendaba Billywild. Es imposible. Me abruma la cantidad inmensurable de posibilidades.

Hablo con algunos amigos que ya han estado. Les pido por favor que me den sólo dos o tres datos por conversación (no pueden hacerlo). Leo la guía que me compré el otro día en Madrid. Soporto un par de páginas por sesión, apenas diez minutos, y la información que soy capaz de retener es mínima.

Algo que nunca había experimentado y que estoy viviendo relativamente a menudo de un tiempo a esta parte: la sensación de ansiedad que va aumentando hasta hacerse casi intolerable a medida que la fecha de cumplimiento del sueño se acerca.

No sé si tal vez sería mejor ir sin ninguna información, abandonarme a las calles, al espíritu de la ciudad, vagar sin rumbo y decidir sobre la marcha. Hasta cierto punto es imposible, pero tal vez, pienso por momentos, sería mejor no investigar más, dejar la documentación exhaustiva para la segunda visita, o la tercera, o la cuarta.

Porque las habrá, si no me muero antes. El otro día un amigo me leyó las líneas de la mano. Dijo que en mi futuro había muchos viajes, "to other countries". Ya lo sabía, pero me gustó oírlo de sus labios, me gustó oírlo en su idioma. Me pintó un futuro prometedor, bastante parecido al que he planeado.

Chicos, esto es sólo el principio.

03 marzo 2008

Tener estrella

He atravesado diferentes emociones mientras veía Match Point, de Woody Allen. Primero interés, después, desconcierto, más tarde, inquietud que se transformó en intriga y finalmente, certidumbre. No tenía ni idea de cuál era el tema que trataba, no sé cómo lo hice pero había conseguido llegar hoy a la película sin tener la más remota idea del argumento.

A ver. No quiero hacer un comentario crítico de esta película (aunque al final lo haré, a mi incompleta manera). Quiero decir en qué me ha hecho pensar.

Me ha hecho pensar en las escalas de valores de las personas, en los objetivos que nos marcamos y que nos hacen decidir los pasos que damos o los que dejamos de dar, en el egoísmo y la ambición, desde luego en la suerte. En lo importante que es para algunas personas el amor, el matrimonio como procedimiento para conseguir lo que se desea. En la inocencia, en la mentira, en vivir conforme a nuestras metas, en poner estas metas en el interior o por ahí, en algún otro sitio, como tener una buena vida, tener un hijo, fingir un mundo de armonía.

Me cae fatal Chris, el personaje interpretado por Jonathan Rhys-Meyers, porque es todo lo contrario a lo que yo soy, pero no solamente por eso, tengo varios amigos que se podrían definir exactamente con esa misma frase. Creo que es por su frialdad, por lo fácil que le resulta fingir. Se enrolla con Nola, la actriz sin talento (cómo será tan guapa esta chica, Scarlett Johansson), y es él quien actúa en todo momento, desdoblándose las veces que haga falta, reflejándose en todos los espejos, ofreciendo la imagen esperada, mintiendo a todo el mundo, a sí mismo el primero, a nosotros, los espectadores, sobre todo. ¿Tiene algún momento de sinceridad? Probablemente alguno, cuando sufre el ataque de ansiedad en la oficina, cuando se sincera con su antiguo compañero, el jugador de tenis, pero rápidamente le cierra la puerta a la verdad: no le interesa.

Me cae fatal su mujer, Chloe (Emily Mortimer), porque es pesadísima, por lo poco que necesita para ser feliz, por lo fácil que es engañarla, por empalagosa, porque solo tiene una necesidad absurda, porque es tierna y me obliga a compadecerme de ella.

Me cae fatal Nola también porque está medio desequilibrada, porque se mete en una relación que no tiene futuro y espera que ocurra lo que nunca ocurre, a veces ni siquiera en el cine, que las promesas sean verdad y la vida que sueña sea posible, cuando la realidad le está dando constantemente de hostias.

Me cae fatal la película porque explota sin ningún tipo de pudor todos y cada uno de los tópicos que trata: la ambición, el matrimonio de conveniencia, la soledad del que actúa frente al mundo, el adulterio, la maternidad atrasada, Fortunata y Jacinta, el crimen perfecto, el azar, la culpa brillando en el sudor de la perfecta cara del heredero de Raskolnikov.

Y coño, resulta que algo que tiene todos estos ingredientes sale redondo como una bola de tenis. Jodida y asquerosamente perfecto.

Porque sabes que le va a salir bien aunque el anillo de la señora Eastby rebote hacia el lado equivocado.