28 junio 2008

¿Último esfuerzo?

Que sí, que ya sé que debería estar estudiando o haciendo cualquier otra cosa útil y necesaria de todas las que tengo por hacer (deshacer las maletas de la última mini – mudanza, preparar el viaje de mañana, hacer la cama, quitar el polvo, doblar la ropa, planchar la falda y no sigo, total, para qué agobiarse).

Entro y miro una vez más el listado absurdo de "material para la prueba práctica" y me pregunto una vez más para qué cojones voy a usar yo una calculadora (exenta, eso sí, tuve que comprarla y la verdad es que aluciné de encontrarla con tan poco trabajo, ¿quién coño usa hoy en día calculadoras? ¿por qué siguen a la venta?)

Meto mi dni en el apartado denominado "Seguimiento personalizado de las oposiciones" y no hay nada nuevo, claro. Ya lo sabía. Mi tiempo estos días es sistemáticamente malgastado en acciones relativamente inútiles.

Fumo. Fumo más. Uno más y me marcho. Hace calor. Por fin. No olvidarme el bikini y la toalla (no vaya a ser que hagan falta, cosas más raras se han visto). Miro al lunes y al jueves y no sé muy bien qué esperar. ¿Nada, tal vez? Es imposible no esperar nada. La naturaleza humana, le dicen.

Escribo estas cuatro frases para que mi anhelante público no piense que me he muerto. Bueno, escribo estas cuatro frases para no enfrentarme a las páginas del libro de producción que hablan de "presupuestos". No tengo ni puta idea de presupuestos. ¿Para qué otra cosa puede servir una calculadora?

No sé si pensar en el tema o no pensar. Como si tuviera alguna capacidad de decisión sobre el asunto. Como si la hubiera tenido alguna vez.

Apartar los pensamientos negativos como si fueran moscas gordas, de las que se dejan golpear en el aire. Luego, en sueños, es otra cosa. Ahí mandan las moscas gordas, me parece. Cuando me despierto no me acuerdo, pero está la sensación de inquietud que permanece.

Miro a mi futuro y no sé qué veo, no sé qué esperar, no puedo hacer planes. Pero los planes se dibujan en mi cabeza sin que pueda apartarlos a manotazos. Plan A. Plan B. Plan C. Y así.

Saco la calculadora de su caja y de su bolsita protectora. Compruebo que funciona el botón del porcentaje. Pienso que tal vez se le acabe la pila antes de tiempo. Como si fuera a darle mucho uso, me río de mí misma. ¿Le pondré un marco y la colgaré en el cuarto de baño al acabar?

Después vendrá el examen de moto (el segundo, carajo, qué torpeza la mía). Y después las vacaciones. Que pintan preciosas, soleadas, felices. Merece la pena pasar este desierto con ese oasis en el horizonte.

Venga, vamos a pasar el rubicón de esta semana. No queda nada.

Hop!

05 junio 2008

Costumbres

Las personas tenemos costumbres. Nos gusta desayunar todos los días más o menos lo mismo, tenemos un orden en que nos gusta hacer las cosas, de ciertas personas esperamos ciertos comportamientos y adaptamos los nuestros a eso. No estoy hablando de expectativas, sino de cosas que son como siempre han sido y que están bien así.

Los cambios son variaciones en estas costumbres. Algunos los llevan mejor y otros peor. Hay que adaptarse a que las circunstancias a veces se comportan de formas inesperadas. En algunas ocasiones estos cambios son alegremente bienvenidos porque suponen modificaciones en ciertas rutinas que no siempre son agradables, o porque aumentan la sensación de agrado. Los cambios para mejor se agradecen, antes o después.

Pero hay otros cambios que son más jodidos.

En esta época del año, lo normal es que un ente indeterminado que se suele denominar "anticiclón de las Azores" se haya instalado en algún punto al oeste de nuestra vida (allá por las Azores, es de suponer). La función de este anticiclón es mandar las nubes hacia el norte, a los países donde no pueden presumir de un verano como el nuestro y permitirnos a los españoles empezar a quejarnos del calor que hace.

Ya el año pasado la cosa vino rara. Recuerdo que no pasé nada de calor en junio. Que apenas pude ponerme las sandalias (con lo que me gustan). Y este año mayo ha venido imbécil y junio está viniendo jilipollas.

No me gusta este cambio climatológico (no voy a decir climático porque eso es otra cosa, dice Al Gore). Me molesta. Me cuesta adaptarme. Me amarga la existencia levantar la persiana y volver a ver las putas nubes y que haga este puto fresquito. Quiero quitarme los putos calcetines. Quiero sacar del armario los putos tirantes. Me quiero asar de calor.

¿Dónde coño se ha metido el anticiclón de las Azores?