09 julio 2011

Ñam

Cada vez me gustan más las cosas, como si todo se fuera colocando en su sitio o yo me hubiera cansado de cabrearme permanentemente con todo lo que podría ser de otro modo y sin embargo es así. Parece que le perdono al mundo lo mal que huele, lo poco a gusto que parece estar consigo mismo, y que dejo de juzgar a la gente por no ser como yo, y dejo de juzgarme yo por no ser quien habría querido. No es que haga mucho sol últimamente, no es que todo vaya de puta madre, no, eso jamás, líbrenos la vida de semejante maldición. A veces me choco con las esquinas de las otras personas, todavía quiero estar sola y que nadie me pregunte qué tal, vano anhelo, qué tal. Bien. Por supuesto en todo asiento (hasiento) hay como mínimo dos o tres pinchos que impiden que la comodidad sea completa, y siempre hay una noche que sueñas con Australia y desearías no estar aquí, o que todo se fuera al carajo para tener la excusa perfecta. Porque si algo es cierto es que la excusa sigue siendo necesaria. Pero mientras tanto parece que me acomodo mejor en mis huecos, la piel ya no parece tan tirante, como que me va dando hasta igual que los pantalones me queden estrechos y las arrugas y estos pelos. No sé, tengo miedo de que termine dándome igual todo. Pero mientras tanto, la semana que viene me voy a Amsterdam yo sola, porque puedo, porque quiero y porque la vida, mi vida, es eso.