24 mayo 2012

Bruce Springsteen, Barcelona, 18 de Mayo de 2012

A veces quieres escribir y no puedes. Hay una barrera entre lo que sientes y lo que eres capaz de expresar, entre tus entrañas y tus dedos, que son los que sacan esas sensaciones y hacen posible compartirlas.

También, a veces, es innecesario explicar nada. Porque estás compartiendo eso que sientes con las personas que tienes a tu alrededor, a tu lado, y también con las que están lejos, personas que conoces profundamente o que no conoces de nada, que has visto una vez o veinte, que saben quién eres o no lo sabrán jamás. Personas que quieres en todo ese infinito número de grados que tu corazón, que a veces parece inmenso, puede abarcar.

Toda mi experiencia con Bruce Springsteen tiene para mí varios capítulos. Se van repitiendo en cada gira y sin embargo siempre son diferentes. Cuando intento revivir esos pasos los sentimentos vuelven y se instalan en mi pecho, ahogándome. Se me aprieta la garganta y siento unas absurdas, tal vez ridículas, ganas de llorar. De felicidad.

Siempre tengo la tentación de contarlo así, por partes, en sus capítulos. De la forma ordenada, fría y racional que simplemente resume lo que soy. Y es porque cada uno de esos pasos me produce una emoción intensa, una emoción específica, una sensación de control sobre mi vida y de felicidad concreta y diferenciada.

Pero es que en realidad no funciona así. La vida no funciona así. Todo ahora en el recuerdo es una amalgama de chispas y de sensaciones dolorosamente inexplicables. Así que me pongo a escribir, retomo este texto y lo único que me sale son lágrimas. Es imposible ir más allá, ponerlo en palabras para vosotros.

Estuve en Barcelona. Coreé a voces Trapped. Sentí que Two Hearts... Bailé feliz el E Street Shuffle. Escuché Racing In The Street sin poder ni llorar ni apenas respirar de la incredulidad. Supe que We Are Alive. Volví a llorar la pérdida de Clarence como si fuera de mi familia. Me sentí en casa.

Ahora sé que estar en el paraíso puede ser una sensación que vives como si estuvieras fuera de tu cuerpo y de tu vida. Como si fuera otro el que lo está viviendo por ti. Y lo que no lloré aquel día, en aquel momento, por algo que debe de ser parecido al estado de shock, lo lloro ahora, cada vez que intento rememorarlo.